lunes, septiembre 24, 2012

El Pisito (I)



Esta es la cosa.
El miedo a lo desconocido. No, no piensen que les voy a dar una charla sobre el caos reptante, el Necronomicon y el santo varón de Howard Phillips –últimamente parezco que sólo hablo de eso y del Gran Líder Kim Jong Un-. No. Me refiero al miedo, a la ansiedad que produce buscar alojamiento donde cobijarse. Me dirán que soy un exagerado, que me ahogo en un gargajo, y sin duda, en parte, tienen razón, pero es un tema que me inquieta desde que salí de mi casa a los 18. Viví en 4 pisos en los 13 años en que la Geología me abdujo de la manera más tonta y sobreviví. Tocado, medio majara y con un título universitario que de bien poco vale, pero aquí estoy. Aquí,  aterrado. La convivencia es un tema complicado, sobre todo para las personas que extrañan, un poco egocéntricas y poco tolerantes. Yo reúno esos delitos, a los que habría que añadir  ser casero. Casero como un árbitro, como una pizza familiar, tan casero que el microcosmos caótico –sí, me doy cuenta de la contradicción- de mi habitación es para mí el centro de toda actividad, siendo el salón el lebensraum, el espacio vital, que por añadidura tiendo a anexionar. Al cuarto de baño dudo que me acostumbre en tan sólo 8 ó 9 meses.

Espero no tener que casarme con una vieja

Y ese es el pavor. Mañana cogeré el tren para la toma de contacto con la realidad de la gran ciudad de esa forma tan hostil, llamando a desconocidos por el móvil –¡arg!- y buscando en un plano sitios tan inexplorados por mí como las lunas de Júpiter. No sé qué tipo de seres me encontraré por los pisos de Vallecas –allí es donde voy a buscar-. Supongo que serán humanos. Sí, eso seguro; pero es que no estoy tan seguro de pertenecer a la humanidad de manera consciente. ¿Qué son 46 cromosomas de nada? Una minucia muy chiquitilla. Bueno, no es que sea un robot sin sentimientos, pero lo ajeno es lo ajeno, y fuera de mi home range soy aún más desvalido que Bambi sin su mamá. Siempre me ha provocado ansia este proceso social que es la búsqueda de piso. En Granada pasamos los últimos 7 años en uno sólo por no buscar otro; y porque era muy céntrico, claro. Pero soportar esos años de casero de la misma Fenicia entrenado por la Gestapo tuvo su aquel. Eran otros tiempos, es verdad. Yo tenía aliados. Toda la carrera viví con alguien a quien conocía, y si metíamos a un extraño, pues bueno, siempre nos quedaba la amistad de uno de tu bando. Mañana voy a tumba abierta. La diosa Fortuna hará girar la ruleta, y mi búsqueda del Santo Grial de los pisos tranquilos y silenciosos empezará. Dentro de mis nervios, confío en la rapidez del logro del objetivo, y que a finales de semana vuelva victorioso a mi adorable pueblecito, como un emperador entrando en Roma, con los laureles utópicos del mucho lujo y poco gasto.
En fin, que me meto de cabeza en lo que será el curso. Tendrán noticias pronto.
Es el primer post, les juro que cuando me pasen cosas de verdad esto será más divertido. Este es de prueba, pero el cuerpo me pedía una explicación en forma de post; sensación placentera, por otro lado, la de volver a contar mis cuitas en un blog. El mameluquismo ha vuelto. No esperen calidad literaria ni imaginación desbordante. Eso lo dejo para otros sitios y otros tiempos.
Próximamente, más.

2 comentarios:

  1. Yo te realquilaría de buena gana de vivir en la antigua casa de mis tíos pero en mi actual cuchitril, entre los libros, los cds, la chatarra informática y las colonias de coleópteros, no cabe ni un alfiler.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo soy como un millardo de alfileres de carne, huesos y adiposidad.
      Voy a ver por el sitio este de Tajamar, para ahorrar en metro y hacer ejercicio.

      Eliminar

Ponga lo que ponga, Mameluco agradecío