(Ocurrido el 24 de septiembre de 2012)
Todo fue tan rápido que si no fuera por la ansiedad que
desapareció en un flash, no me hubiese dado cuenta. Llegué a Madrid con los
deberes hechos. Uno es precavido y metódico cuando las circunstancias lo
requieren. Recopile varios anuncios de pisos en idealista.com por los barrios
vallecanos (Numancia, Portazgo y Entrevías) e incluso por Moratalaz, del
perímetro de donde voy a pasar unas cuatrocientas y pico horas los próximos
meses (el ITGT). Lo primero que hice al llegar a Torrejón (de esta aventura ya
hablaré otro día) es comprar uno de esos periódicos que tan gordos eran durante
la maldita burbuja inmobiliaria. Creo que era el Segunda Mano. ¡Vaya mierda de
publicación! ¡Qué 2,65 euros más mal gastados! Creo que revisando las hojas
populacheras y pornográficamente consumistas del libelo por palabras, sólo
conseguí un humilde número de teléfono, que los acontecimientos posteriores
harían más inútil que un billete del Monopoly en un bazar chino. Mezclaban
pisos de Barcelona y Valencia, aparte de los autóctonos, con lo que era un
jaleo mirar las zonas. Llamé a varios números de gratis gracias a Rubén, mi
hospedero ocasional. No me lo cogían. Mi capa de ansiedad más externa hacía
gráficas, como un terremoto de 7.9 en un sismógrafo. Al final, alguien al otro
lado contestó. Me instaba a ver el piso en poco tiempo –dentro de una hora,
mejor hora y media-. Las coordenadas espaciotemporales se hacen chicle cósmico
con eso de coger Cercanías y metros. Mi primer punto de referencia es que tenía
que salir por los impares de Avda. de la Albufera, en la parada de Puente de
Vallecas. Para mí, como si me dicen que tengo que coger el dirigible de las
ocho y cuarto para Zanzíbar, o sea, no me imagino los sitios inexplorados;
prefiero no hacerlo, por si al final la vida me da sopa con ondas. Allí me planté.
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Entonces me dice usted, señora anciana acostada, que la fianza y octubre son 30 duros. ¿Dónde tengo que firmar? |
Nervioso, miraba lo que me
rodeaba, como si un espíritu me poseyera y estuviera fuera de mi cuerpo. Al
igual que se me atonta el cerebro, en estas situaciones, los sentidos se
agudizan, y veía con gran nitidez los árboles de los lados, las terrazas y la
gente que paseaba por la amplia calle, que no tenía final. Oía el runrún de los
coches y los acentos extranjeros de una casa de apuestas. Como soy así, llegué
antes a mi destino, pero como soy puntual, esperé unos minutos en un banco,
sentado, mirando un plano de Madrid. Moderno paleto con papel doblado en
innumerables pliegues rectangulares. Si hubiese sido un lugar peligroso, todos
los ladrones de la zona hubiesen venido a robarme. Al final llamé al telefonillo.
“Soy el que busca piso” dije. Ñiiiiiiiii. La puerta se abrió. Un pasillo largo,
con la puerta de una joyería me esperaba. Al final, un rellano renovado, pero
con sabor añejo. ¡Sin ascensor! “Eso no parará mis pies cansados” –pensé-. Una
luz entreverada de nubes y sol entraba en la escalera, que tiene un suelo moderno,
pero unas puertas realmente bonitas y clásicas de la capital que existe en mi
imaginación. Un tercero. Mi vida sana de los últimos meses no hace mella en mi
resuello. Llamo, me abren. El piso estaba bien, es el primero que veo. El
ambiente es tranquilo, parece ser. Habitación bien, cama grande. Hay una
terraza en la puerta francesa. ¡Ya! No le doy más vueltas. Normalmente le doy
vueltas a todo, pero en esto me dejo llevar por mi instinto. La mayoría de las
veces –pocas, escasas- que lo uso han dado resultados satisfactorios. Llegué y
fue besar el santo. Muchos me tacharan de “jambreagüilla” –uno que lo quiere todo
ya, en dialecto castreño-, pero bueno, lo que piensen en este sentido, como
comprenderán, me la trae bastante al fresco.
Y ya. Ahora queda lo difícil. La costumbre. Hacerme a un nuevo ambiente, a unos
nuevos olores, a unas nuevas texturas. Colores, trazos, humores. ¡Cuarto de
baño! Lo último en realidad es lo más importante, pues mis tripas son muy
reticentes a la novedad, como tantos dolientes de vientre nervioso.
El próximo día 14 aterrizo.
Esta es la Avenida donde voy a vivir, en un Domingo de Ramos. Parece que la foto no es reciente. Lástima. |
Ya iré contando las sensaciones y estúpidas reflexiones que de todo esto puede
salir. Al menos tendré wifi para contárselo.
Ya mismo: la adopción de Mosquita y esas cosas luchaneras
que yo hago.
Aquí, en LA CIUDAD NO ES PARA MÍ.
Albricias te doy, como a Jack Lemmon.
ResponderEliminarCon coordenadas y todo. Sale hasta foto en el google maps (aunque no le he visto en la instantánea). Seguro que le depara grandes aventuras.
ResponderEliminarGracias, Zurdo.
ResponderEliminarNo creo que llegue a gran novela filosófica barojiana, pero alguna aventura y entuerto habrá. Lo más seguro es que sean casposillas y no demasiado sofisticadas, pero bueno Ubé siempre he sido más de chopped pork que de caviar. Jejeje
Jaja, que bueno, es una delicia de post. Si tiene continuidad me suscribo
ResponderEliminarPor cierto, y aunque no tiene nada que ver con lo tuyo, ¿tienes alguna idea de como se pueden eliminar los blogs?
ResponderEliminarSi, habrá continuidad. Quedan muchas aventuras por contar.
EliminarPara borrar no lo sé. Antes sí, pero con el nuevo interfaz no.
Busca en preguntas frecuentes, lo más seguro es que salga fácil.