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Naranjito de Vallecas |
Los que lleven mucho tiempo leyéndome sabrán mi obsesión por mirar “parriba”. Como he explicado muchísimas veces muchas de esas decisiones que me han hecho ser quien soy han sido tomadas mirando el cielo veraniego de la noche. Aunque también miro en lontananza, no crean, vaya ser que por allí es por donde venga el fin del mundo. Estos días están siendo de un constante mirar al firmamento, pues ora llueve ora hace sol, un follón importante, si tenemos en cuenta que como ya he dicho alguna que otra vez -repito y repito- no me he venido a la capital precisamente preparado para la próxima glaciación. Pero bueno, en un momento muy acertado, el día antes de irme de casa -de mi verdadera casa, vaya- mi hermana María José me dio un paraguas de propaganda que cabe en cualquier sitio. Es de un cocedero de mariscos. Al ser de los colores de una gamba hervida radiactiva (naranja fosforito) y con remates en plata, es un doble escudo. Me protege de la lluvia y de los autobuses. Andar con lluvia es un coñazo, qué les voy a contar yo. No es como los lánguidos paseos al atardecer que daba por la ribera de mi río natal. No es que me disguste la lluvia, pero es que acabas con los pantalones hechos una sopa, y claro, al ser voluminoso todo mi yo, el codo del brazo que no coge el paraguas acaba como el fondo del cajón de la fruta de un mal frigorífico. Y es que estás deseando de llegar a casa.
Mirando y mirando veo
cosas. Lástima que se me haya quitado la buena costumbre de llevar
la cámara encima siempre. Pero es otro engorro, si ya voy con el
bolso este -muy viril ¿eh?- donde llevo la libreta de anillas del
máster, el cuaderno, la pluma, el teléfono -aquí casi siempre lo
llevo- y otros útiles como pañuelos, Fortasec, Antalgin
e incluso un libro. Miro muchas cosas nuevas, que se van haciendo
cotidianas a fuerza de los días: pero claro, el cielo es siempre
distinto. El cielo de Madrid, de día, no es muy distinto a otros
cielos. De noche, tiene esa pátina anaranjada que todas las urbes
producen, que apenas dejan ver una miserable estrella. También hay
que mirar por las ventanas. Lavando los cacharros el segundo día que
estuve aquí, descubrí que se veía Torrespaña desde mi
cocina. Y bueno, hasta hoy no le he echado foto. La estampa no deja
de ser un poco rara... tiene un aire soviético. Ramplonas tejas con
una agudísima aguja que apunta desde Madrid al cielo. Con sus
parabólicas y su forma de ovni. La vida es extraña. Recuerdo el año
1989, la primera vez que vine a la Villa y Corte, y cuando vi
recortada la silueta del Pirulí, al atardecer, como hoy, fue
un momento impactante. Nunca había visto algo tan importante. Había
visto la Mezquita, la Alhambra, la Giralda y
otras minucias sin importancia, pero no el sitio de donde salía la
tele. Después, en la típica ruta autobusera y turística vimos su
gran envergadura. Creo que no he vuelto a verla de cerca.
Pero bueno, mejor que me meta ya en la cama y vea otros cielos menos reales, pero quizás más felices.
Pronto más. Aquí en LA CIUDAD NO ES PARA MÍ
El sr Pinzolas quiso rodar las primeras escenas de la pinícula boscosa y zurda en La Bola del Mundo (un alto en Navacerrada, el primer lugar donde Franco, saliendo de entre unas zarzas, dijo QUE SE HAGA LA TELE Y LA VEA MI PUEBLO -en los telediarios de mi niñez aparecía siempre como cabecera-) pero había que subir en telesilla y yo tengo vértigo.
ResponderEliminarFranco y sus visiones.
EliminarAy cómo me gusta leerle! Lo del cajón de verduras del frigorífico y las minucias como la mezquita de Córdoba... hahahahaha
ResponderEliminarYa que le gusta mirar para arriba le diré un secreto. En las ciudades lo que hay que mirar no es el cielo de noche, porque no vale para nada, hay que mirar las ventanas, pero al revés de como las mira usted. O sea, de fuera hacia adentro... pruebe y ya me contará...
Si pruebo. No me gusta tener vecinos cerca. No soy nada indiscreto en ese aspecto. Sudamericanos cocinando y poniendo música estridente. Eso es lo que veo.
EliminarTotalmente soviética la foto del pirulí (¿debo decir pirulosky?). Y emocionado por el cartel de la película en la que actúa el ancestro de Angélica Morales (cuando ella todavía se llamaba María de los Ángeles). ;-)
ResponderEliminarNo se crea usted que no me di cuenta. Hombre, primero del Morales, pero después María de los Ángeles (en mi familia hay unas cuantas y cada una se llama de una forma, jajaja). Mi tía también se llama así.
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