(Ocurrido entre el 26 y el 28
de Octubre)
El fin de semana empezó con
las noticias del frío. Noticias que a mí me llegaron por teléfono,
reporte meteorológico materno. Muy fiable. Al menos pude hacer la
colada del viernes sin preocuparme por la lluvia, que aterrizaría
por las calles días después.
![]() |
Antón Martín fue un cura y médico del s. XVI. Fundó el Hospital de San Juan de Dios en Atocha, de ahí su plazuela |
Había quedado para comer el sábado
al mediodía con José Carlos y Carmen. Me habían
citado en la Plazuela de Antón Martín. Llegué temprano,
como siempre. En Madrid la gente es impuntual, parece ser. Lo estoy
comprobando empíricamente. Si, lo es. No me importa, la verdad, pero
era un día duro para esperar en la calle. El viento hacía que la
sensación térmica fuese polar. A mí, en un principio, plín.
Miraba a mi alrededor y contemplaba una de las farmacias más
antiguas de Madrid, y un monumento transition style a los abogados de
Atoche. Conocí a José Carlos hace muchos años. Es de mi pueblo,
así que creo que lo recuerdo de toda la vida. Me acuerdo aún cuando
nació su hermano Fernando -más joven que nosotros- y fui a
verlo con mi madre a la casa que tenían por entonces, en el
Arroyuelo. Nos hicimos amigos bastante después, en 2º de
B.U.P (para lectores jóvenes, si es que los hubiese el equivalente a
4º de la ESO), donde los caracteres y gustos hicieron que
tuviéramos muchas cosas en común. Es de los pocos amigos del
instituto con el que he ido manteniendo un contacto irregular, pero
certero, a lo largo de las décadas. Cómo la vida da muchas vueltas,
él acabó en Madrid hace muchos años, y yo me encuentro ahora aquí,
así que si antes cuando venía de visita nos veíamos, pues ahora
con más razón.
Pedimos hora para comer en
un restaurante gallego que se llama Maceiras. Para esperar,
pues había cola, fuimos a tomarnos un piscolabis a un bar cercano.
El sitio era un poco pijeras... no me acuerdo del nombre era como de
un santo o algo así. Como buen paciente me tomé la Torasemida
por la mañana, lo cual hace que me den ganas de mear cada dos por
tres. Bajé por unos oscuros escalones y me encontré con algo
parecido a unas criptas de tonel de amontillado... ¡qué no tenían
luz propia! Tan sólo unos focos como de arreglar coches. El olor era
cósmico. Tras tan traumática situación, salimos por patas de allí,
pues al parecer la cerveza era también para echársela a los
cochinos. De mala que estaba. Mi Fanta al ser un sabor standard
estaba bueno.
El restaurante gallego bien, comí cosas que hacía eones que no probaba -mejillones, por ejemplo-, y en general bien, aparte del mal genio de una pequeña camarera con una camiseta de Nunca mais, que daba color al almuerzo. De repente apagaron las luces, y empezó a sonar por una megafonía cascadilla y distorsionada una invocación en gallego a las meigas. La camarera diminuta empezó a hacer queimada a las 5 de la tarde. ¡Qué cosa más rara, vive Dios! Parece ser que antes lo hacían a la hora de las brujas, a las doce de la noche, pero ahora todo es más turístico. Eso sí. Coca Cola no tenían. Parece ser que es tradición de la casa. Creo que Carmen y Carlos querían ir al cine, pero con el frío que estaba haciendo se ofrecieron (les dije con ojos de carrnero degollado) que me llevaran al Decathlon. No quería arruinar su tarde de cine, pero me quedaban luchas inclementes contra el tiempo, camino de mi máster, así que allí nos dirigimos. En Madrid todo está a tomar por saco, sobre todo las cosas locas que construyen en grandes polígonos industriales. Menos mal que había coche. Tras mucho buscar, encontré una 4XL que me convenció en seguida por su calidez, tamaño y precio. Me ofrecieron gentilmente irme a la sierra a pasar la noche, pero yo había quedado para la mañana del domingo con Lía. Otro día será. Me dejaron en casa, y salí a probar mi nueva zamarra comprado en la sección de Caza. ¡Funciona!¡Eureka!
El restaurante gallego bien, comí cosas que hacía eones que no probaba -mejillones, por ejemplo-, y en general bien, aparte del mal genio de una pequeña camarera con una camiseta de Nunca mais, que daba color al almuerzo. De repente apagaron las luces, y empezó a sonar por una megafonía cascadilla y distorsionada una invocación en gallego a las meigas. La camarera diminuta empezó a hacer queimada a las 5 de la tarde. ¡Qué cosa más rara, vive Dios! Parece ser que antes lo hacían a la hora de las brujas, a las doce de la noche, pero ahora todo es más turístico. Eso sí. Coca Cola no tenían. Parece ser que es tradición de la casa. Creo que Carmen y Carlos querían ir al cine, pero con el frío que estaba haciendo se ofrecieron (les dije con ojos de carrnero degollado) que me llevaran al Decathlon. No quería arruinar su tarde de cine, pero me quedaban luchas inclementes contra el tiempo, camino de mi máster, así que allí nos dirigimos. En Madrid todo está a tomar por saco, sobre todo las cosas locas que construyen en grandes polígonos industriales. Menos mal que había coche. Tras mucho buscar, encontré una 4XL que me convenció en seguida por su calidez, tamaño y precio. Me ofrecieron gentilmente irme a la sierra a pasar la noche, pero yo había quedado para la mañana del domingo con Lía. Otro día será. Me dejaron en casa, y salí a probar mi nueva zamarra comprado en la sección de Caza. ¡Funciona!¡Eureka!
![]() |
¡Qué no me llaméis maestro, que me llamo Jesús! 12+1 Una comedia metafísica |
Al final el domingo llegó,
sin paseo por el mercado de nosedondequeíbamosair por cosas que
tenía que hacer la Lía, y conmigo estudiando el módulo de
fotografía en el piso. Mirar apuntes es agotador, una mierda. Odio
los exámenes, ¿lo sabían? Pue eso. Estaba tristón, llevaba así
varios días... pero como en mi vorágine de fin de semana habíamos
quedado en la Sala Berlanga para ver una peli de esas
luchaneras, pues allí que me presenté. No sabía quién iba. Todo
era muy de incertidumbre en los mensajes privees del FB. Pero bueno,
consultando en la web del metro de Madrid, Niño Murga,
Ansiolina y yo nos presentamos allí, tras un trasbordo en
Sol, que estaba lleno de gente con ganas de juerga, y un agradable
paseo de Moncloa a dicho cine, donde pasé por la Calle de Don
Hilarión Eslava, famoso autor de los antiguos métodos de solfeo
con los que estudiaron nuestros padres y abuelos.
![]() |
Castañita, Ansiolina -que sí entendió la película- y los absolutamente diferentes Niño Murga y B.b. Raro. |
Sólo nos
encontramos con Jimina y con su amiga Beatriz como
personas humanas, y con B.b. Raro y con Castañita
como los simpáticos muñequines venidos de Remundo. Más que de
sobras para pasar un buen rato de cine. Vimos una comedia metafísica
que se llamaba 12+1. Iba de como los discípulos seguían a
Jesús por el desierto y de las industrias que les pasan. A mí me
gustó, la verdad. Era un despropósito, pero que tenía su gracia. Y
los actores muy bien, creo yo. La peli acabó y decidimos tomarnos
unos refrescos en cualquier café. Encontramos uno que se llamaba
Café Tambor, y he de decir que espero repetir en ese sitio
tan chulo. Ambiente decadente, jazz antiguo de fondo, y camareros
simpáticos y clásicos. Hubo grata conversación y compañía.
Beatriz, a la que no conocía, resultó ser un encanto de chica, pero
se tuvo que ir. Jimina y yo nos quedamos un rato más acabando las
tónicas, la cocacola nueva que eme pedí y los cacahuetes. Me dijo
mi amiga Tona una vez que ver a la gente cuando está en una
época no demasiado buena te hace conocerla mejor. Este fue uno de
esas situaciones. Hablamos de cosas que no vienen al caso aquí, y me
di cuenta que el Luchana, ese mágico club de murga y alegría,
está formado por personas muy afines a mí, empezando por Jimina,
detonante, creo, de todo esto. Las personas que conocemos por
internet pasan por una criba no escrita, metalingüistica, no muy
consciente, de búsqueda de afinidades, incluso de longitudes de onda
cerebrales. Aún estando tristes, siempre queda tiempo para la risa.
Eso es una lección que aprendí hace mucho, y que espero seguir
aplicando. Era hora de irse. La simpar Sabadú pagó. Cuando salimos
del Café Tambor -que supongo le gustará mucho a Tinín- hacía
frío, Jimina, vestida de lolita mañanera, me acompañó un rato
hasta el metro, cogió un taxi y nos despedimos. Espero que habrá
próximas veladas en la Sala Berlanga. Espero no tener que ver esa
tristeza en sus ojos.
![]() |
Jimina y Mameluco en el Café Bar Tambor, contándose sus cosas. Bueno, aquí más bien posan. |
Ahora estoy en Castro, de puente.
Pero habrá más, aquí en LA CIUDAD NO ES PARA MÍ.
¡Cuánta razón tiene la buena de Tona! Por cierto, ahora que ya está equipado para el frío capitalino, me quedo más tranquila jajja. Besos, Mame.
ResponderEliminarYa me he venido al popolo a coger más prendas de abrigo, entre ellas una manta.
EliminarUn abrazo, Farrah, gracias por comentar.