Todo empezó en twitter. Le dije
a mi amigo Ramón de quedar en un bar que me había
recomendado por su decadente aspecto y su rancia clientela. Como
suele pasar con precisión matemática, llegué a la hora al sitio.
El Bar Richelieu, en la Calle Eduardo Dato. Es curioso
el solapamiento de nombres históricos, un cardenal francés de s.
XVII y un político español de la Regencia y de Alfonso
XIII. Todo muy moderno, sí. El otoño caía sobre la señera
calle de marras en forma de llovizna y taxis pasando. ¡Qué de
taxis! En Vallecas no se ven tanto, se lo aseguro. Todo el
mundo va en taxi a todos sitios. En algo se debe notar que estamos en
Almagro, al ladito de la Castellana, lindando con
Serrano.
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Mameluco esperando. Un nuevo clásico madrileño. |
Mi compañero de hora del té se retrasa por razones
justificadas, que no vienen al caso para esta crónica. Nos sentamos
afuera, en la terraza. A nuestro alrededor, pijos con caracolillos en
el pelo toman su gin tonics en copas de balón y fuman puros del
diámetro de una caña de lomo de Guijuelo. Nosotros a lo nuestro.
Hablar de libros, de documentales, de paleontología. De las cosas
que hablan dos caballeros en un club.
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¡Pero que cardenal más malo, ni el mismísimo Ratzinger! |
Sin duda, de Dartacan y los
Tres Mosqueperros, donde el pérfido cardenal que daba el nombre
al bar, era el malo malísimo. Nuestros recuerdos infantiles nos
llevan incluso a tararear la música incidental. Los de al lado nos
miraban raros. A lo mejor nuestra conversación sobre las andanzas de
Joselito, el Pequeño Ruiseño, de cuando conoció al Che
Guevara, o cuando fue mercenario en Angola, no le hacían
gracia. O el cariz marcadamente anarcoide de algunas de mis
afirmaciones a la gornú. Anda y que se ondulen con la permanent.
Empezó a llover. No llevábamos paraguas, y eso hizo que nos
quedásemos al resguardo de la terraza algún tiempo más. Tanto
tiempo que me dieron ganas de hacer aguas menores, así que me
sumergí en el ambiente denso, antiguo, loco del Richelieu... sillas
de madera, marmol blanco en las mesas. En la escaleras para bajar al
mingitorio, geodas, formaciones minerales y conchas adornaban una
vitrina de gusto decimonónico, tan dado al acúmulo de especímenes.
Abajo, era como un club de cócteles, y unas viejas me miraron con
cara de susto. Cuando terminé, y me lavé las manos, comprobé con
una alegría sin sentido alguno, que los grifos tenían agua
caliente. Demasiado bonito para ser cierto. Parece ser que la factura
que pagó Ramón incluía incluso masajes, aparte de baños aseados,
porque era por decirlo en plan atmosférico, estratosférica. Eso sí,
más aperitivos diferentes no había visto yo en mi vida. Los ricos y
sus lujos, que a los demás nos parecen caros y abundantes, y a ellos
supongo que normales. Bajamos deambulando por las calles, como si
fuésemos Sherlock y Watson en el film del ínclito
Garci, callejeando, yendo sin un rumbo fijo, bajando para el
centro. Elegimos un bar de tapas bastante al gusto, donde los
camareros llevaban galones. Santa Bárbara se llamaba el
sitio. Yo, que no había comido, y venía de pasar un jueves
espantoso de ansiedades y desvelos, pedí unas bravas y un pincho de
tortilla, mientras Ramón me miraba comer -parece ser que se va a
convertir en costumbre- tomando dobles cañas con posavasos de
corcho. Llevaba en la mano durante todo el tiempo, esperando que no
se mojase, un libro que mi acompañante tuvo el detalle de regalarme,
y del que desconocía su existencia. El legado de Lovecraft,
com prólogo de Robert Bloch. Los amigos que saben regalar
libros acertados son los mejores amigos, que lo sepan. Al final,
bajamos hasta Gran Vía. Yo tomé el metro hasta casa, y él
siguió andando, hasta la suya, supongo.
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Caballeros en una época de rufianes y malandrines |
Llegué a Puente de
Vallecas, y mi idea principal era escribir esto que les estoy
escribiendo ahora, y comerme dos yogures de piña Carrefour.
Con trocitos. Cuando me senté al ordenador se me ocurrió mirar el
móvil, olvidado como siempre que quedo con Ramón, que no usa de
esos armatostes. Un mensaje de la simpar Jimina Sabadú
invitándome a una fiesta.
El celtibérico que llevo dentro
sale al paso, como Alfredo Landa en sus buenos tiempos.
El
antiguo Mameluco, ese perrancano sin oficio ni beneficio, que
creía que no tenía derecho a divertirse, había quedado, al menos
ese día, atrás; la llamó enseguida. Es en Torres Blancas
-me dice-, está Pablo Vázquez. No conocía ese edificio, ni
dónde estaba... lo miro en el google, y me dice que tardaré 45
minutos en llegar... ¡adiós!... a lo mejor hasta se ha terminado la
fiesta. Raudo, y mirando los billetes que tenía en la cartera, cogí
un taxi. A Corazón de María, 2 -le digo al peseta-. Llegué en
11,75 euros. Jimina bajó a por mí, porque como sigo siendo un
cateto no sabía ni por donde se entraba ni nada. El edificio era
cool de verdad, con formas locas y sinuosas, que se repetían de
forma especular. Subí y entré. Un montón de desconocidos se
apiñaban en las oficinas de la productora Apaches. Sólo
conocí a una persona. El conocido twittero Nacho Vigalondo
que gesticulaba. Enrique, que es el jefe del asunto, me da la
bienvenida. Al fondo distingo a Pablo, que conversa con una persona
que me suena levemente. Era Victor Boglar, que es amigo del
Facebook. Me presento. Conozco a Paula, la novia de Victor. Le
pregunto que Paula ¿qué? Sólo Paula me dice, sencilla. Yo no soy
de las que están en el FB todo el rato. ¡Ahhh! Replico yo. Gente
normal, pienso para mis adentros. La conversación es amena y
cordial. No sé de qué hablarían los modernos y hipsters que nos
rodeaban, pero nosotros charlamos de cosas normales, la verdad. Le
comento a Pablo que fui a ver Summetime con Ana Nieto el
martes, y que lo que más me gustó fueron el guión y el trabajo de
las actrices.
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Los de 2ª molamos mazo, que lo sepáis (Foto Tuenti) |
Cuando digo eso Pablo sale volado. Sus actrices han
llegado. Nos quedamos al lado de la espada original que llevaba el
kurgan en Los Inmortales. Hemos conquistado un espacio vital.
El que está entre el resto del piso y la habitación con el iMac
con el Spotify. Pablo llegó al rato con las protas de
Summertime, Alba y Ana, que resultan ser unas chicas
estupendas y simpáticas. No sé... como no conozco a actrices, pues
no sé como son. Estas muy apañadas.
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Alba Messa, Ana Rujas y Mameluco. Summertime en otoño |
Hablamos de la peli, de las
movidas mentales (Paula es psicóloga y claro, supongo que tiene que
aguantar que siempre que dice a lo que se dedica los loquitos le
vengamos con lo mismo). Cada rato que pasa voy reconociendo caras.
Les pido perdón a algunos por no presentarme ni nada; en el fondo
soy tímido. Algunos bloggeros guión as que conozco desde hace mucho
tiempo están por allí, pero no sé, es extraño llegar y decir: soy
Mameluco, quizás me recuerdes de aquel comentario que te hice en
2009 o por aquel montaje del fotolog que me pediste prestado en
alguna ocasión. No sé. Pablo habla con gente diferente que entiende
demasiado de lo que habla para mi nivel. Otros que no me suenan de
nada, son en realidad nombres muy conocidos, a los que no pongo cara.
La noche continúa en una progresión de jiji jajá, y de sentirnos,
como comentamos entre nosotros en petit comité, auntéticos
invitados de segunda división. Bueno. Molamos. Si. ¿Qué pasa? Un
murmullo general, y Vigalondo se acerca y dice que tiene que
atender a la celebridad. Y es que Elijah Wood entra por la
puerta. Una superestella de Hollywood. Vamos descendiendo de
categoría a marchas forzadas. Se mete en una sala acristalada con el
director y comienzan a pegar saltos. Bueno, cosas de artistas.
Nosotros a lo nuestro. De repente Víctor nos dice... pues a mí
Enrique me ha invitado diciéndome que venía Sasha Grey. O_O
Una ex estrella porno con dimensión internacional, que parece ser
-ya no leo el Fotogramas- que ha trabajado con Sodelbergh. Yo
sabía que era la protagonista de la peli de cuyo rodaje es la fiesta
porque Jimina hace de doble de luces de ella algunas veces. Seguimos
a lo nuestro. Yo con una cocacola que se ha ido calentando durante
toda la noche. Los otros van y vienen por cubatas a la cocina. Se
habla desde coger espárragos y cardillos, nuevos paradigmas, nueva
comedia americana a lo malo que es ser geólogo y lo malo que son los
bancos. De repente, y sin que casi nadie se de cuenta, Frodo
Bolsón pasa diciendo: Sorry.
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Tesoros varios, ya sea un Technics o el Spotify |
Se pone a hacer de DJ con
Vigalondo. Golpean la mesa al ritmo de la música, cantando a grito
pelao y haciendo que una bonita lámpara de diseño muriese en acto
de servicio. Vigalondo al ver que todos miran empieza a señalar
hacía afuera diciendo: ¡¡ahí fuera hay una fiesta!! Empezamos a
decir FROOOOODO DJ... o PON A LOS NIKIS... cosas de las
que el que el minúsculo actor hollywoodiense no se cosca, supongo.
Salen en estampida. Seguimos apalancados en nuestro sitio. Gente se
acerca, otra se ve. Casi todo el mundo conoce a todo el mundo. Yo -y
creo que Paula- como que no. De repente, aparece Enrique con una
chica y nos presenta a todos como de pasada. Fulanito, fulanita,
fulanito,... Sasha. ¡Nos pusimos nerviosos! Victor y yo sobre todo,
para que vamos a negarlo. Queda muy cutre en este tipo de eventos
distendidos hacerte fotos con celebridades, pues es como, esto es
normal, es entre amigos y tal. Sí, pero para un recién llegado a
estas lides es como mínimo extraño. A mí Elijah Wood me importa
muy poco ¡Pero es que es Frodo Bolsón, el que llevó el Anillo al
Monte del Destino! Un converso como yo a la fantasía dejé pasar la
oportunidad de echarme una foto con el señor Wood. Y es que en
realidad, eso es de cortarrollos, sí. Jimina llegó a nuestro sitio.
Hacía de anfitriona y se ocupaba de todo, así que no la habíamos
visto casi nada en toda la noche. Nos dijo que nos presentaba a
Sasha, pero bien. No lo pensamos ni un momento. Pablo se quedó
charlando con nosequién, pero Víctor y yo acudimos raudos a conocer
a la simpática yanki. Yo no entiendo inglés, la verdad, y nos
contó, por lo que me he enterado hoy que un tipo que se medio coló
en el happening la estuvo molestando con preguntas relativas al porno
y tal. Una cosa muy fea, y sórdida. Y más hablando de una persona
que ha dejado el género. Pero tuve la genial ocurrencia, de que si
quedaba feo echarnos nosotros una foto, con Ansiolina no
quedaría mal. Y se prestó encantada, aunque confesó a Jimina
después que le daban grima los muñecos.
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Ansiolina con Sasha y con Jimina. Una foto para el recuerdo. |
Se hacía tarde. Muy
tarde. Estábamos cansados. Salimos de la fiesta, despidiéndonos de
los anfitriones, como buenos invitados, Alba, Ana, Víctor, Paula,
Pablo y yo.
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La Sabadú es estupenda ¿lo sabían? Pues sí. |
Incluso dejé pasar al diminuto Frodo cuando salímos del
edificio. Cada uno iba a una punta de Madrid, así que esperamos
cuatro taxis. Pablo Vázquez, considerado como malo en el mundo de
los muñequines, tuvo la deferencia de quedarse el último esperando.
Y así acabó el viernes. Un viernes
que empezó con limpieza de habitación, siguió con exquisiteces
pijas del Madrid más rancio y acabó en fiesta cool, en la que
gracias a la gente que ya conocía o que conocí (los locales, los de
aquí), fue una gran noche.
Jarcor, como dice Victor, pero
bien.
Más ya mismo, aquí en LA CIUDAD NO ES PARA MÍ.
El RICHELIEU... Recuerdos de mi vida en Zurbano con mi madre y mi abuelo (etapa Briones/Bates/Baby Jane -por la cosa materna y tal-). Después de la misa en San Fermín de los Navarros, esa misa en que me mareaba y a veces hasta me sincopaba por el binomio incienso/pies que ya he comentado alguna vez, nos tomábamos un aperitivo en alguna terracita aledaña.
ResponderEliminarEn cuanto al karma puntual, eso lo compartimos. Siempre llego el primero, por mucho que no lo pretenda, y siempre los demás llegan tarde (en el caso del amigo Mysterio, haciendo honor a su apellido honorario, el suspense se dilata hasta el extremo).
Recuerdos de un Madrid en extinción, Fernando. Los de los caracolillos no son lo mismo que esos señores de antes.
EliminarLo de ser puntual en Madrid es cosa perdida. Yo aún así, sigo siéndolo. No sé cuando me durará. Supongo que si aguante 13 años en Granada siéndolo, unos meses aquí no me borrará la cosa.
Yo es que lo soy aunque no quiera. Dilato la salida, me tomo el camino con morosidad y cuajo y, nada, sigo llegando el primero.
EliminarYo es peor... sigo llegando a la hora... A ver si quedamos un día a ver quien llega antes...
EliminarSu capacidad de adaptación a los eventos festivos con desconocidos es mucho mayor que la mía. Normalmente, en uno de los escasos a los que me llevan (literalmente), voy buscando la posición más adecuada para pasar desapercibido y notar como mi invisibilidad funciona divinamente.
ResponderEliminarA este paso vamos a tener que estudiarle como germen de un posible nuevo proceso de movida capitolina. Aunque llegue siempre puntual y le toque esperar (cosa que también le pasa al señor invisible).
A mí, lo que me suele pasar, es que no tengo ganas de ir a los sitios. Pero el Metro me está facilitando mucho la vida. Nunca me ha pesado estar en un sitio con desconocidos, siempre que encuentre alguien más o menos similar. Yo no puedo actuar de hipster o de raro a posta, Ubé, por eso me arrimo a los más normalicos. A los de pueblo que siguen diciendo que son de pueblo, jajaja...
EliminarLo de los puntuales es para hacer un estudio... sí.
Habría que crear una cofradía de los puntuales, citarnos y luego resulta que no llega nadie.
ResponderEliminarYo llegaría... lo juro por Cthulhu.
EliminarY yo... Es nuestro sino.
EliminarEs un problema puntual
Eliminarjo, qué noche! (recordando aquella peli de Scorsese)...Me alegra comprobar que trasladarse a los sitios es menos problemático de lo que yo recordaba!
ResponderEliminarMe sorprendo a mí mismo, querido slowhand, tú me conoces mejor que la mayoría de gente con la que interactúo por la red, y sabrás que era un pusilánime. Lo sigo siendo la mayor parte de los días, pero de vez en cuando salgo por peteneras, jajaja... Es problemático, pero yo es que he tenido suerte.
EliminarLa verdad es que tampoco cuento que me tiro casi todo el rato encerrado en mi habitación, haciendo chorradas, mirando lo del máster, etc. Pero es que eso no es diver.
Un abrazo fuerte.
De pusilánime nada de nada....todos necesitamos un empujoncito de vez en cuando. Pero hombreee!! no hacerse una foto con Frodo....eso sí que tiene delito, aunque sea de cortarrollos. Jajaja
EliminarOtro abrazo fuerte!