domingo, noviembre 11, 2012

D'Artacán y los tres Mosqueperros ::: Manolo, la nuit



Todo empezó en twitter. Le dije a mi amigo Ramón de quedar en un bar que me había recomendado por su decadente aspecto y su rancia clientela. Como suele pasar con precisión matemática, llegué a la hora al sitio. El Bar Richelieu, en la Calle Eduardo Dato. Es curioso el solapamiento de nombres históricos, un cardenal francés de s. XVII y un político español de la Regencia y de Alfonso XIII. Todo muy moderno, sí. El otoño caía sobre la señera calle de marras en forma de llovizna y taxis pasando. ¡Qué de taxis! En Vallecas no se ven tanto, se lo aseguro. Todo el mundo va en taxi a todos sitios. En algo se debe notar que estamos en Almagro, al ladito de la Castellana, lindando con Serrano

Mameluco esperando. Un nuevo clásico madrileño.
Mi compañero de hora del té se retrasa por razones justificadas, que no vienen al caso para esta crónica. Nos sentamos afuera, en la terraza. A nuestro alrededor, pijos con caracolillos en el pelo toman su gin tonics en copas de balón y fuman puros del diámetro de una caña de lomo de Guijuelo. Nosotros a lo nuestro. Hablar de libros, de documentales, de paleontología. De las cosas que hablan dos caballeros en un club. 
¡Pero que cardenal más malo,
ni el mismísimo Ratzinger!
Sin duda, de Dartacan y los Tres Mosqueperros, donde el pérfido cardenal que daba el nombre al bar, era el malo malísimo. Nuestros recuerdos infantiles nos llevan incluso a tararear la música incidental. Los de al lado nos miraban raros. A lo mejor nuestra conversación sobre las andanzas de Joselito, el Pequeño Ruiseño, de cuando conoció al Che Guevara, o cuando fue mercenario en Angola, no le hacían gracia. O el cariz marcadamente anarcoide de algunas de mis afirmaciones a la gornú. Anda y que se ondulen con la permanent. Empezó a llover. No llevábamos paraguas, y eso hizo que nos quedásemos al resguardo de la terraza algún tiempo más. Tanto tiempo que me dieron ganas de hacer aguas menores, así que me sumergí en el ambiente denso, antiguo, loco del Richelieu... sillas de madera, marmol blanco en las mesas. En la escaleras para bajar al mingitorio, geodas, formaciones minerales y conchas adornaban una vitrina de gusto decimonónico, tan dado al acúmulo de especímenes. Abajo, era como un club de cócteles, y unas viejas me miraron con cara de susto. Cuando terminé, y me lavé las manos, comprobé con una alegría sin sentido alguno, que los grifos tenían agua caliente. Demasiado bonito para ser cierto. Parece ser que la factura que pagó Ramón incluía incluso masajes, aparte de baños aseados, porque era por decirlo en plan atmosférico, estratosférica. Eso sí, más aperitivos diferentes no había visto yo en mi vida. Los ricos y sus lujos, que a los demás nos parecen caros y abundantes, y a ellos supongo que normales. Bajamos deambulando por las calles, como si fuésemos Sherlock y Watson en el film del ínclito Garci, callejeando, yendo sin un rumbo fijo, bajando para el centro. Elegimos un bar de tapas bastante al gusto, donde los camareros llevaban galones. Santa Bárbara se llamaba el sitio. Yo, que no había comido, y venía de pasar un jueves espantoso de ansiedades y desvelos, pedí unas bravas y un pincho de tortilla, mientras Ramón me miraba comer -parece ser que se va a convertir en costumbre- tomando dobles cañas con posavasos de corcho. Llevaba en la mano durante todo el tiempo, esperando que no se mojase, un libro que mi acompañante tuvo el detalle de regalarme, y del que desconocía su existencia. El legado de Lovecraft, com prólogo de Robert Bloch. Los amigos que saben regalar libros acertados son los mejores amigos, que lo sepan. Al final, bajamos hasta Gran Vía. Yo tomé el metro hasta casa, y él siguió andando, hasta la suya, supongo.

Caballeros en una época de rufianes y malandrines
Llegué a Puente de Vallecas, y mi idea principal era escribir esto que les estoy escribiendo ahora, y comerme dos yogures de piña Carrefour. Con trocitos. Cuando me senté al ordenador se me ocurrió mirar el móvil, olvidado como siempre que quedo con Ramón, que no usa de esos armatostes. Un mensaje de la simpar Jimina Sabadú invitándome a una fiesta. 
El celtibérico que llevo dentro sale al paso, como Alfredo Landa en sus buenos tiempos.
El antiguo Mameluco, ese perrancano sin oficio ni beneficio, que creía que no tenía derecho a divertirse, había quedado, al menos ese día, atrás; la llamó enseguida. Es en Torres Blancas -me dice-, está Pablo Vázquez. No conocía ese edificio, ni dónde estaba... lo miro en el google, y me dice que tardaré 45 minutos en llegar... ¡adiós!... a lo mejor hasta se ha terminado la fiesta. Raudo, y mirando los billetes que tenía en la cartera, cogí un taxi. A Corazón de María, 2 -le digo al peseta-. Llegué en 11,75 euros. Jimina bajó a por mí, porque como sigo siendo un cateto no sabía ni por donde se entraba ni nada. El edificio era cool de verdad, con formas locas y sinuosas, que se repetían de forma especular. Subí y entré. Un montón de desconocidos se apiñaban en las oficinas de la productora Apaches. Sólo conocí a una persona. El conocido twittero Nacho Vigalondo que gesticulaba. Enrique, que es el jefe del asunto, me da la bienvenida. Al fondo distingo a Pablo, que conversa con una persona que me suena levemente. Era Victor Boglar, que es amigo del Facebook. Me presento. Conozco a Paula, la novia de Victor. Le pregunto que Paula ¿qué? Sólo Paula me dice, sencilla. Yo no soy de las que están en el FB todo el rato. ¡Ahhh! Replico yo. Gente normal, pienso para mis adentros. La conversación es amena y cordial. No sé de qué hablarían los modernos y hipsters que nos rodeaban, pero nosotros charlamos de cosas normales, la verdad. Le comento a Pablo que fui a ver Summetime con Ana Nieto el martes, y que lo que más me gustó fueron el guión y el trabajo de las actrices. 

Los de 2ª molamos mazo, que lo sepáis (Foto Tuenti)
Cuando digo eso Pablo sale volado. Sus actrices han llegado. Nos quedamos al lado de la espada original que llevaba el kurgan en Los Inmortales. Hemos conquistado un espacio vital. El que está entre el resto del piso y la habitación con el iMac con el Spotify. Pablo llegó al rato con las protas de Summertime, Alba y Ana, que resultan ser unas chicas estupendas y simpáticas. No sé... como no conozco a actrices, pues no sé como son. Estas muy apañadas.

Alba Messa, Ana Rujas y Mameluco. Summertime en otoño
Hablamos de la peli, de las movidas mentales (Paula es psicóloga y claro, supongo que tiene que aguantar que siempre que dice a lo que se dedica los loquitos le vengamos con lo mismo). Cada rato que pasa voy reconociendo caras. Les pido perdón a algunos por no presentarme ni nada; en el fondo soy tímido. Algunos bloggeros guión as que conozco desde hace mucho tiempo están por allí, pero no sé, es extraño llegar y decir: soy Mameluco, quizás me recuerdes de aquel comentario que te hice en 2009 o por aquel montaje del fotolog que me pediste prestado en alguna ocasión. No sé. Pablo habla con gente diferente que entiende demasiado de lo que habla para mi nivel. Otros que no me suenan de nada, son en realidad nombres muy conocidos, a los que no pongo cara. La noche continúa en una progresión de jiji jajá, y de sentirnos, como comentamos entre nosotros en petit comité, auntéticos invitados de segunda división. Bueno. Molamos. Si. ¿Qué pasa? Un murmullo general, y Vigalondo se acerca y dice que tiene que atender a la celebridad. Y es que Elijah Wood entra por la puerta. Una superestella de Hollywood. Vamos descendiendo de categoría a marchas forzadas. Se mete en una sala acristalada con el director y comienzan a pegar saltos. Bueno, cosas de artistas. Nosotros a lo nuestro. De repente Víctor nos dice... pues a mí Enrique me ha invitado diciéndome que venía Sasha Grey. O_O Una ex estrella porno con dimensión internacional, que parece ser -ya no leo el Fotogramas- que ha trabajado con Sodelbergh. Yo sabía que era la protagonista de la peli de cuyo rodaje es la fiesta porque Jimina hace de doble de luces de ella algunas veces. Seguimos a lo nuestro. Yo con una cocacola que se ha ido calentando durante toda la noche. Los otros van y vienen por cubatas a la cocina. Se habla desde coger espárragos y cardillos, nuevos paradigmas, nueva comedia americana a lo malo que es ser geólogo y lo malo que son los bancos. De repente, y sin que casi nadie se de cuenta, Frodo Bolsón pasa diciendo: Sorry. 
Tesoros varios, ya sea un Technics
o el Spotify
Se pone a hacer de DJ con Vigalondo. Golpean la mesa al ritmo de la música, cantando a grito pelao y haciendo que una bonita lámpara de diseño muriese en acto de servicio. Vigalondo al ver que todos miran empieza a señalar hacía afuera diciendo: ¡¡ahí fuera hay una fiesta!! Empezamos a decir FROOOOODO DJ... o PON A LOS NIKIS... cosas de las que el que el minúsculo actor hollywoodiense no se cosca, supongo. Salen en estampida. Seguimos apalancados en nuestro sitio. Gente se acerca, otra se ve. Casi todo el mundo conoce a todo el mundo. Yo -y creo que Paula- como que no. De repente, aparece Enrique con una chica y nos presenta a todos como de pasada. Fulanito, fulanita, fulanito,... Sasha. ¡Nos pusimos nerviosos! Victor y yo sobre todo, para que vamos a negarlo. Queda muy cutre en este tipo de eventos distendidos hacerte fotos con celebridades, pues es como, esto es normal, es entre amigos y tal. Sí, pero para un recién llegado a estas lides es como mínimo extraño. A mí Elijah Wood me importa muy poco ¡Pero es que es Frodo Bolsón, el que llevó el Anillo al Monte del Destino! Un converso como yo a la fantasía dejé pasar la oportunidad de echarme una foto con el señor Wood. Y es que en realidad, eso es de cortarrollos, sí. Jimina llegó a nuestro sitio. Hacía de anfitriona y se ocupaba de todo, así que no la habíamos visto casi nada en toda la noche. Nos dijo que nos presentaba a Sasha, pero bien. No lo pensamos ni un momento. Pablo se quedó charlando con nosequién, pero Víctor y yo acudimos raudos a conocer a la simpática yanki. Yo no entiendo inglés, la verdad, y nos contó, por lo que me he enterado hoy que un tipo que se medio coló en el happening la estuvo molestando con preguntas relativas al porno y tal. Una cosa muy fea, y sórdida. Y más hablando de una persona que ha dejado el género. Pero tuve la genial ocurrencia, de que si quedaba feo echarnos nosotros una foto, con Ansiolina no quedaría mal. Y se prestó encantada, aunque confesó a Jimina después que le daban grima los muñecos.

Ansiolina con Sasha y con Jimina. Una foto para el recuerdo.
Se hacía tarde. Muy tarde. Estábamos cansados. Salimos de la fiesta, despidiéndonos de los anfitriones, como buenos invitados, Alba, Ana, Víctor, Paula, Pablo y yo.

La Sabadú es estupenda ¿lo sabían? Pues sí.
Incluso dejé pasar al diminuto Frodo cuando salímos del edificio. Cada uno iba a una punta de Madrid, así que esperamos cuatro taxis. Pablo Vázquez, considerado como malo en el mundo de los muñequines, tuvo la deferencia de quedarse el último esperando.

Y así acabó el viernes. Un viernes que empezó con limpieza de habitación, siguió con exquisiteces pijas del Madrid más rancio y acabó en fiesta cool, en la que gracias a la gente que ya conocía o que conocí (los locales, los de aquí), fue una gran noche.
Jarcor, como dice Victor, pero bien.

Más ya mismo, aquí en LA CIUDAD NO ES PARA MÍ.

13 comentarios:

  1. El RICHELIEU... Recuerdos de mi vida en Zurbano con mi madre y mi abuelo (etapa Briones/Bates/Baby Jane -por la cosa materna y tal-). Después de la misa en San Fermín de los Navarros, esa misa en que me mareaba y a veces hasta me sincopaba por el binomio incienso/pies que ya he comentado alguna vez, nos tomábamos un aperitivo en alguna terracita aledaña.

    En cuanto al karma puntual, eso lo compartimos. Siempre llego el primero, por mucho que no lo pretenda, y siempre los demás llegan tarde (en el caso del amigo Mysterio, haciendo honor a su apellido honorario, el suspense se dilata hasta el extremo).

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    1. Recuerdos de un Madrid en extinción, Fernando. Los de los caracolillos no son lo mismo que esos señores de antes.
      Lo de ser puntual en Madrid es cosa perdida. Yo aún así, sigo siéndolo. No sé cuando me durará. Supongo que si aguante 13 años en Granada siéndolo, unos meses aquí no me borrará la cosa.

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    2. Yo es que lo soy aunque no quiera. Dilato la salida, me tomo el camino con morosidad y cuajo y, nada, sigo llegando el primero.

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    3. Yo es peor... sigo llegando a la hora... A ver si quedamos un día a ver quien llega antes...

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  2. Su capacidad de adaptación a los eventos festivos con desconocidos es mucho mayor que la mía. Normalmente, en uno de los escasos a los que me llevan (literalmente), voy buscando la posición más adecuada para pasar desapercibido y notar como mi invisibilidad funciona divinamente.

    A este paso vamos a tener que estudiarle como germen de un posible nuevo proceso de movida capitolina. Aunque llegue siempre puntual y le toque esperar (cosa que también le pasa al señor invisible).

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    1. A mí, lo que me suele pasar, es que no tengo ganas de ir a los sitios. Pero el Metro me está facilitando mucho la vida. Nunca me ha pesado estar en un sitio con desconocidos, siempre que encuentre alguien más o menos similar. Yo no puedo actuar de hipster o de raro a posta, Ubé, por eso me arrimo a los más normalicos. A los de pueblo que siguen diciendo que son de pueblo, jajaja...
      Lo de los puntuales es para hacer un estudio... sí.

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  3. Habría que crear una cofradía de los puntuales, citarnos y luego resulta que no llega nadie.

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  4. jo, qué noche! (recordando aquella peli de Scorsese)...Me alegra comprobar que trasladarse a los sitios es menos problemático de lo que yo recordaba!

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    1. Me sorprendo a mí mismo, querido slowhand, tú me conoces mejor que la mayoría de gente con la que interactúo por la red, y sabrás que era un pusilánime. Lo sigo siendo la mayor parte de los días, pero de vez en cuando salgo por peteneras, jajaja... Es problemático, pero yo es que he tenido suerte.

      La verdad es que tampoco cuento que me tiro casi todo el rato encerrado en mi habitación, haciendo chorradas, mirando lo del máster, etc. Pero es que eso no es diver.

      Un abrazo fuerte.

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    2. De pusilánime nada de nada....todos necesitamos un empujoncito de vez en cuando. Pero hombreee!! no hacerse una foto con Frodo....eso sí que tiene delito, aunque sea de cortarrollos. Jajaja
      Otro abrazo fuerte!

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Ponga lo que ponga, Mameluco agradecío