domingo, noviembre 25, 2012

Dos cafés en un día



Café Gijón



Fue un jueves por la tarde, sí. Había quedado con Ángel una semana antes, porque claro, yo me iba a Vitoria, y no podía ser antes. La tarde era ideal para ir de acá para allá. No hacía frío, tan sólo un poco de fresco, el suficiente para no ir a los sitios sudando como un pollo debajo de las capas de tela que los humanos nos ponemos para no enseñar nuestras partes y no quedarnos pajarito. Habíamos quedado en la Euskal Etxea, que está por el Congreso, el sitio ese que quieren rodear, pero no entrar a cuchillo los inocentes revoltosos. Pero bueno, dejaremos la política para el siglo que viene. Nos encontramos antes. Yo, mirando mi mapa impreso del Google Maps, en realidad parecía ese pueblerino de boina que adorna el título de este blog. Ángel me llamó, y en medio de un paso de cebra nos dimos la mano. Caminamos hacía la casa vasca. Me dijo que era más grande de como aparecía en el Facebook. Todo el mundo me dice eso, por no decirme que parezco más gordo de lo que aparezco en la dichosa red social. Pero bueno, sí, soy bastante grande. Ya me han comparado con Hagrid el de las pelis de Harry Potter, desde mis alumnos del CAP, hasta mis compañeros de máster. La Euskal Etxea es un edificio noble, pero noble, noble. Nada que ver con esas herrikos de lo viejo de Donosti, más parecido a una sede del PNV de Neguri. Entramos y el Txoko estaba cerrado. Era temprano, claro, pero parace ser que en Madrid los txikiteros de pro no juntan la mañana con la tarde. Ángel me propone ir al mítico Café Gijón. Acepto encantado, total, una cosa más que añadir a mi lista de sitios míticos. Conocí a Ángel, como a casi todos por aquí, en internet. Desde el principio detecté en él la melomanía en grado sumo y la inquietud.
¿Dónde fueron a parar todos estos señores antiguos?
 Me mandó unos libros de memorias que había escrito, y que por aquello que llaman empatía y comparación, me lo hizo más cercano. No es que hayamos vivido las mismas cosas, pero hemos conocido los mismos abismos. Charlando de nuestras cosas nos dirigimos al Café Gijón. Me gusta el sitio, no he de negarlo, con su decadente apariencia y sus uniformados camareros. Lo que no me gusta es la gente. Grupos de pijos engominados, señoras comiendo tostadas de pan Bimbo. Señores con pinta de inversores de bolsa, con sus caros trajes. ¿Dónde quedó la bohemia, la cultura, las tertulias? La gente, con sus perversos smartphones hablan con uno y con otros, teclean. Un camarero joven viene a pedir la nota, pero como parece ser que todo es jerárquico, un señor con traje, gordo, terriblemente feo, nos trae la tónica y la cocacola. Hablamos de música, de la cultura en general, de lo muerto que está todo, de la vieja Europa (vieja y podrida prostituta, que decía Evaristo). Conversamos sobre el proceso de escribir, y con un rayo de esperanza, Ángel dice que todo puede ser posible. Bueno, no sé yo, contesto. La enfermedad mental une a la gente. 

Ángel y servidor: músicos y residentes en la Comunidad de Madrid
Haber pasado calvarios terribles ayuda a comprender al otro. Me dice que me va a llevar a ver un amigo a Vallecas, donde vive rodeado de discos, cds y discos duros. Me encantará esa visita, y espero poder contarla por aquí. Pasa el tiempo y sabe que he quedado a las 9 para el siguiente evento. Yo pensaba coger un metro y tal, pero Ángel me dice que me acompaña dando un paseo hasta donde he quedado, que no sabe muy bien por donde está, pero que llegaremos. Paga la cuenta. 8 euros por dos refrescos. ¿Podremos dejarlo apuntado o pagar con un poema? La expresión del gordo seboso con cara de puerco me indica que no. La cultura ya es industria y los tiempos de la boheme y de las ideas se fue por donde vino, por el sumidero del tiempo. Callejeamos basándonos en la dirección (rumbo aproximado en el punto cardinal) a la que ir, a lo que Ángel pensaba y en unos mapas chapuceros a los que le faltan datos. Pasamos por sitios llenos de gente y por calles vacías. Le pregunto a mi compañero de andanzas sobre su trabajo en el biblioteca. Lo de siempre, que parecen que le van a tener que poner un monumento a Ken Follet, como en Vitoria. Mucho bestseller es lo que parece ser que se ofrece en las bibliotecas. Y que los libros se compran en función de lo que reclame el lector, y que por eso tienen más de 20 de Vázquez Figueroa. Ahora comprendo un poco mejor porque no soy usuario. Mis libros son tesoros y son míos, pardiez. Finalmente, tras subir alguna que otra cuestecilla, llegamos al sitio. Ángel y yo nos despedimos. ¡Voy a echar una foto! Comento. Nos la hacemos. Repetimos. Ángel es la demostración -otra más- que las redes sociales, el internet y toda esta tecnología terrorífica, bien utilizada sirve para unir personas, que no han de ser iguales, ni parecidas, si compatibles. Ángel ha pasado a ser un amigo de carne y hueso. Y espero que esta amistad dure muchos años. Nos veremos pronto, seguro que sí.

Café Moderno



Bueno, el motivo que me había llevado al Café Moderno es los retratos que a lo largo de un tiempo ha venido haciendo Óscar Aibar, y que hoy se proyectarán -como descubriremos después- en dicho local. A Óscar lo conocía desde hace mucho tiempo, desde que yo era un joven lector de El Víbora y salió esa película “maldita”, hoy de culto, Atolladero. Las reseñas hicieron que me interesara por ella y no sé quién me dejó el tebeo -o grupos de tebeos, no recuerdo-. Es por eso que no quiero que me presten cosas, que quiero tenerlas. La busqué en videoclubs, pero no la encontré. Bueno, el tiempo pasó y llegó un invierno en el que acudía al video club Hollywood de Plaza de Gracia, en Granada, por el simple hecho de andar -yo y mis continuas luchas contra las lorzas- y encontré Platillos Volantes. También la conocía por referencias, pero no había ido al cine, porque por aquella época no era una buena época, no sé si me entienden. La cuestión es que me enamoré de Jordi Vilches, de Ángel de Andrés López, de Macarena Gómez, de Rasdi y Amiex, de la película entera. Me produjo una impresión muy fuerte. No soy crítico, es más, no me gustan demasiado los críticos de cine, aunque me junto con ello, jejeje, pero la película era milimétricamente mágica. El ambiente suburbano, poco saturado, cutre del tardofranquismo estaba plasmado de una manera magistral. Mucho se ha discutido sobre el final de la peli, pero a mí me parece perfecto.  De hecho uno de los primeros post de este blog se llamó así, y nada es por casualidad. Después pasó más tiempo, y vi La máquina de bailar, ese divertimento que a mí si me hizo gracia, con guión a la limón con mi querida Jimina. Pasó más tiempo aún, y convencí a mis padres adoptivos -que son más jóvenes que yo- para ir a ver El Gran Vázquez al cine. Por entonces ya era yo amiguito de FB de Óscar. Le felicité. Una maravilla. Para los que somos amantes de los tebeos, y en entrevistas y salones habíamos escuchado mil historias sobre Vázquez la ocasión la pintaban calva. Yo llegué a conocerlo -bueno, a observarle- en persona en Granada, en el Primer mítico Salón. Era ese pícaro con coleta que colaboraba en El Batracio Amarillo, y del que tantas historias he escuchado en El Churrasco, mítico bar, hoy cerrado o desmantelado de como era, donde se reunía la fauna de las historietas que pasaban por Graná en torno a Paco, ese tabernero irrepetible. En fin, que me pierdo. Un maravilla, repito. Santiago Segura en el mejor papel que le haya visto hacer nunca, y un elenco maravilloso. ¡Esta peli le tiene que encantar a mi padre!, y así fue cuando se la puse. 
Cuando Ángel me deja, intento llamar a Víctor, con quien había quedado, sin éxito -lo de llamar, digo-. Todavía sin haberme despegado el teléfono de la oreja, aparece Óscar, que con una gran sonrisa y un apretón de manos, me dice que ya tenía ganas de conocerme en tres dimensiones. El placer, es mío, oiga. No creía yo que mereciese tanta efusividad. Me da las gracias por los ánimos O_O Yo no doy ánimos, yo digo la verdad, replico. Charlamos un poquitín y se va para adentro del Café Moderno, a ver como va a ser la cosa. Me vuelvo y veo llegar a Víctor y a Raúl Acín. Los saludo. Como somos un trío dubitativo tardamos aún unos minutos en entrar... Eso sí -decidimos- ¡después hay que ir a comer!
Cuando entramos saluda a mis acompañantes con la misma cordialidad. A Raúl ya le conocía. Buscamos una mesa y nos sentamos. Hay que guardar una silla para una amiga que vendrá después, me dicen. Genial. Me he vuelto un ser más social desde que ando por aquí. Conoceré a otra persona que puede ser interesante. Pedidos unas bebidas y nos sentamos. Llegó Paula, fui presentado. Óscar iba de mesa en mesa. Víctor le pregunta por Casavella... anécdotas de primera mano, enfoques distintos del personaje, parece ser, pues yo sólo lo conozco por referencias, y porque tuve una vez una edición deluxe del guión de Antártida en mis manos, en la librería Dune (otra vez Graná). Comienza el acto. El pc no va como quieren para ver la presentación de los retratos. ¿Alguién sabe de estos cacharros? Voy a ver. Adiooós, es el terrorífico Windows Vista del que no entiendo ni jota. No soy de gran ayuda, y vuelvo a mi sitio con el rabo entre las piernas. El autor, solucionado el problema informático, nos enseña sus retratos de gente que él considera por algo, especial. Los hace con iPhone, con un programa que se llama Toon Paint. Los que le seguimos ya los conocíamos, pero verlo explicados no es lo mismo. De las personas que salen, sólo conozco en persona a la gran Tona Pou y a Enrique López Lavigne. A otros los admiro (Pere Ponce, Ibañez, Enrique Guillén, Álex Ángulo... ), … a otros no tanto...jejeje. Estos me los callo. Terminan de pasar todos los retratos en el pequeño y coqueto local.
Enseñando los retratos
Estamos un poco apartados hablando de nuestras cosas. ¡Arrimaros, venga! Al final juntamos las mesas y se forma una tertulia a varias bandas, que a veces confluyen en una, interesante siempre. Óscar nos presenta a Juan Vicente Córdoba, un director del que da la casualidad que he visto dos pelis (Aunque tú no le sepas y A golpes). Son todos conversadores natos, y con cosas que contar... ¡pero nosotros queríamos comer! Por suerte, en el Café Moderno se puede, así que nos pedimos unas pizzas y ya está. Múltiples anécdotas de actores españoles (algunos inclusos míticos para mí) que se sacan la chorra, proyectos, más anécdotas. Al final acabamos hablando de la movida madrileña, entre otras cosas porque Óscar está con los Alcántara (¡Merche, leches!) en 1981. Raúl Acín del que poco a poco, con nuestras escasos encuentros, descubro que sabe más que la Wikipedia y la Larousse juntas, habla con Juan Vicente. Descubro, en lo poco que llevo en la Villa y Corte, y en las pocas ocasiones que he tenido la posibilidad de alternar y/u observar a los directores las diferencias evidentes. En Juan Vicente veo el entusiasmo del autor, del que cree en lo que hace, pero sin aspavientos ni estrellismos. Es un tipo que charla, pero que deja dar tu opinión. Victor, Paula y yo nos ponemos a hablar de Íker, después de que Óscar nos contase una historia de esas de canguelo sobre cuando fue a Tivisa, ese lugar donde los protagonistas de Platillos Volantes iban a ver ovnis. Boglar es un gran defensor de Íker, como bien plasmó en La Paz Mundial. Le doy la razón. Jiménez practica un periodismo más veraz que cualquier medio de este país. Una vez engullidas las pizzas y la sobremesa acabada, algunas personas que nos habían acompañado -perdón por no recordar los nombres, en especial a esa maquilladora tan simpática-, decidimos irnos a otro sitio. Yo estando en el metro antes de las una y media, pues bien. Bajamos por calles por las que me suena haber pasado en alguna ocasión. Todos se paran a sacar dinero. Óscar entusiasmado me lleva a un sitio, a una librería que es de un tipo -de un friki- que ha dedicado su vida al ajedrez para cuatro. Llegan los otros, prosigue la historia.

Ajedrez-4
Para mentes muy, muy especiales
Un guía de lujo por las bizaras calles
del Viejo Madriz
Callejeros... ya mismo forman una banda
Por lo que se ve, el que inventó esto ha escrito un libro, que te regala con el juego, si se lo compras... el cartel es un cromo, ya lo verán, que lo adjunto. Llegamos a un bar, que no me acuerdo como se llama, y en el que un simpático barman nos saluda uno a uno presentados por Óscar. Un cartelón de James Brown (¿Seguirá congelado a espera de autopsias mil?) nos da la bienvenida a una acogedora sala de luz baja. Suena música molona, lo cual no está mal para los tiempos que corren. Hacemos un círculo y con las velillas encendidas, parece que vamos a hacer la oija. Surgen diversas conversaciones; Paula dice que le encantan las películas de pandilleros, y se forma un brain storming. De mi boca lo primero que sale es Rumble Fish. Normal. Fue una peli que me marcó para siempre. Raul comenta, que Warriors está basado en una tragedia griega o algo así, dato que tengo en la punta de la lengua, pero no me sale. Era Anábasis de Jenofonte. Lo visto en un documental sobre bandas precisamente, hacía años. Óscar se despide. Se tiene que ir que mañana hay rodaje. Yo me hago una foto con los dos directores, claro que sí. Nos quedamos los demás un poco más. 

Un jiji jaja continuo de Paula;
 al fondo Raúl con pose más intelectual y tal
Raúl y Juan Vicente siguen hablando. Y llega el momento aparte, donde Víctor empieza a rememorar a Berlanga, imitando inevitablemente a Sazatornil y continuando con el Marqués de las Marismas. Unas risas, un jiji jaja. La Paula -que ha resultado ser una chica muy simpática, si ya lo decía yo al principio- y yo nos reímos a carcajadas. Que por cierto hemos quedado en ir a una tienda de cosas bonitas de unos evangélicos. El acento catalán Boglarero nos hace pensar que los catalanes cuando son graciosos, es que son más graciosos que cualquiera. Y así fue la velada, entre cócteles sin alcohol (que saben a bebida de arándanos del Hacendado, con hilo y granadina), tercios de Mahou y risas.

Se nos hacía tarde y nos fuimos. Llevadme al metro, por lo menos, pedí con cara de pena. Andando, en una noche ideal para hacerlo, me dejaron en Tribunal. Un buen día, que diría J, pero sin los millones de rayas, sólo con retratos para todos. 

Un clásico, ya, de las noches madrileñas. What a pair! que dirían los castizos
Y en fin, así pasó todo.
Yo prometo solemnemente ir a ver su nueva peli,El Bosc. Ya les cuento por aquí.

Juan Vicente, Óscar y un tipo llamado Mameluco

Pronto más, aquí en LA CIUDAD NO ES PARA MI.


Post Script: Mi retrato llegó ayer por vía FACEBOOK. Estoy encantado. Nuestra amiga Tona me había dícho que eras una persona extraordinaria, y como suele ocurrir en ella, estaba en lo cierto.

Yo Aibarizado, como diría la Tona


11 comentarios:

  1. Madre mía, estás venga a conocer gente interesante, ¡qué envidieja! Cuánto vas a aprender de tó!

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    1. Siempre conocí a gente interesante, pero ahora más en carne y hueso. Aunque siempre he conocido gente competente, empezando por mi adorable pueblecito, hasta llegar a Granada, las oposiciones... en fin, en todos los lados.

      La máxima: "relaciónate con gente que te aporte algo" es el quid de la cuestión.

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  2. Muchacho, menuda vida social llevas allí. Me estaba mareando leyendo línea tras línea, y ya no me cabía en la cabeza más gente. Qué aturullo. Y eso que la ciudad no es para ti, que si llega a serlo...

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    1. Es más para mí de lo que pensaba Clares... pero eso sí, por los amigos antiguos y nuevos que tengo aquí.

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